Manduvas: trofeos a flote
Hay especies que son casi una rareza por lo poco abundantes. Otras, que tienen años de abundancia y en otras desaparecen. En ambos casos, planteárselas como objetivos de pesca suele ser casi una tarea milagrosa, ya que salen casi de casualidad, mientras le apuntamos a otras especies. Uno de esos casos es el de la manduva, y su pariente el manduví, dos clásicos de la pesca a flote de nuestro delta que muchas veces brillan por su ausencia y en otras sorprenden por su abundancia.
Si acaso nos pusiéramos a pensar en qué momento del año es más factible dar con ellas, los buenos guías del Paraná de las Palmas y el Guazú o saben bien: "poco antes que empiece el pejerrey", dirán. Y atentos a una llamativa abundancia que este año hizo ver la especie en el Palmas, decidimos ir por ella antes de que el agua enfríe y se vayan de la zona.
Es clave para esta pesca regular a remo la deriva del bote (o contar con un motor eléctrico), para hacer garetear las boyas a la velocidad justa y a la distancia precisa de la línea costera. Y nuestro guía Fabio, nacido en Campana, es un especialista en estas maniobras. El nos convocó a lograr ese objetivo casi imposible: hacer una nota de manduvas, objetivo difícil pero no imposible.
Salimos del Campana Boat Club, epicentro de la movida náutica campanense donde se entra solo de la mano de un socio, en este caso nuestro guía. Enseguida cruzamos a la orilla opuesta y armamos aparejos compuestos de cañas de 3 metros Shimano Catana, reeles Hexa 3000 de Spinit, cargado con multifilamento Spinit amarillo del 0,22 y una línea armada por nuestro guía con una gran boya plástica, una brazolada de 1 metro partiendo a los 50 cm de la boya y pendiendo de un rotor, plomo corredizo sobre la madre de 30 gramos, y otro anzuelo al final de la línea (sobre su correspondiente leader de acero) tipo Mustad 7/0.
La particularidad de la mañana fue que las manduvas tomaban de forma peresozas las mojarras que encarnábamos (pescadas la jornada anterior por nuestro guía y conservadas en frío). Al mediodía decidimos parar almorzar en una lagunita interna y pescamos con mojarrero mojarras frescas. Fue un cambio rotundo: al volver al Palmas los piques empezaron a sucederse, pero no pescábamos tanto como debíamos en relación a las llevadas de boya. Entonces cortamos la carnada en pedazos pequeños y... ¡Dimos en la tecla!.
Una tras otras, manduvas de 30 a 40 cm empezaron a ser pinchadas, regalándonos hermosos saltos y corridas. Algún doradillo y patí se alternó entre las capturas, pero terminamos redondeando una jornada con 13 piezas fuera de la lancha y otros tantos piques perdidos. Misión cumplida: dimos con las imposibles. Ahora le toca a usted.
Por: Wilmar Merino
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