Mojarras: maestra de pescadores
Cuando un niño o adulto se quieren iniciar en la pesca deportiva surgen muchas preguntas, pero entre las más elementales están: “¿Con qué especie pruebo?”, “¿Dónde?”, “¿Con qué carnada?”, “¿Es peligroso el pez, puede lastimarme?”.
La ansiedad del aspirante a pescador es comprensible y hay una especie que es ideal para hacer las primeras armas en la pesca deportiva: la mojarra. Sí, la humilde mojarra, presente en bañados, lagunas pampásicas, el Salado y todo el Litoral, así como en diques y ríos cordobeses, tucumanos, salteños y santiagueños. Su presencia y abundancia la hacen fácil de hallar y el no tener dientes poderosos ni defensas o radios espinosos como los bagres la hacen el pez ideal para que el novel pescador pueda manipularlas sin peligro alguno.
Pero, sobre todo, la mojarra cumple un requisito básico que la convierte en la especie ideal para iniciarse en la pesca: permite el ensayo y error constante. Y eso, para quien tiene que agarrar el timing de una clavada, encarnar una y otra vez hasta mejorar la técnica y aprender a manipular un pez recién capturado, es fundamental.
Otro punto a favor es que esta especie forrajera, alimento de muchas otras, suele encontrar alimento y refugio cerquita de la costa o pegadita a las barrancas, por lo que ni siquiera nos obliga a grandes lances. El palito mojarrero, de cañita vegetal, con un alambre doblado a modo de reel para estirar o enroscar la tanza, bastará para estar a tiro. Claro que esta especie también puede ser objeto de pescas calificadas, como la que hacen los aficionados a la pesca con mosca que la tientan con equipos de microfly (caña 1 o 2, pequeños scuds y hasta mini poppers) o bien los concurseros suman puntos a pura mojarra con los clásicos “aparatitos”, que son una suerte de balancín.
Pero para ser clásicos, el aparejo mojarrero es muy simple: sobre un nylon de 0,22 a 0,25 (nos tiramos un poquito a más grosor por si se pincha alguna boguita o bagre grandecito tentando mojarras) atamos un anzuelo mojarrero pata larga, pondremos una munición partida a 5 cm del anzuelo para darle peso y que baje rápido a la profundidad donde queremos trabajar y enhebramos luego una boya mojarrera que trabajaremos con un palito escarbadientes o ramita que encontremos en el lugar. Luego, estimaremos la profundidad a la que están comiendo (ponemos 15 cm, luego vamos bajando de a 5 hasta encontrar dónde hay mayor respuesta) y enhebraremos una lombriz que apenas cubra la curva del anzuelo si hay muchas mojarras, o forramos todo el largo del mismo si hay poco pique. Aclaramos que para el aprendiz es mejor el anzuelo pata larga que le permitirá una mejor manipulación, mientras que los más avezados pueden optar también por el anzuelo “mosquito” de dimensiones ínfimas, muy similar al pata larga, pero de pata corta.
Lo demás, es tirar y reaccionar pronto a la hundida de la boya. El ensayo y error (y el comportamiento de las mojarras que pueden estar en frenesí o mañosas) nos dirá si tenemos que esperar un poco más para clavar de inmediato.
Si no disponemos de lombrices, la grasita de un salamín, un trocito mínimo de carne o una miguita de pan aplastada serán atacadas con fruición por las mojarras, pero es claro que estos cebos se desprenden más fácilmente y dificultan su encarne.
Así las cosas, amigo pescador, no dude siempre en llevar un mojarrero en su equipo de pesca. Ocupa un espacio mínimo y le dará horas de sana diversión junto a los que más queremos. La mojarra, maestra de pescadores, siempre nos espera para darnos alegría y volver a ser un poco niños al pescarlas.
Por: Wilmar Merino
Leave a comment
Please note, comments need to be approved before they are published.